Entre las copas frondosas del bosque de Chachagua, que envuelven al Hotel Chachagua Rainforest, un brillo escarlata entre las ramas revela la presencia de la tángara veranera. Este elegante visitante migratorio transforma el entorno con su radiante plumaje y su canto melodioso, aportando un toque de vida y color al paisaje.
Cómo reconocerlo: una combinación de escarlata y delicadeza
Con unos 17 cm de largo y una envergadura que oscila entre los 28 y 30 cm, la tángara veranera es un ave cantora de tamaño medio. Los machos adultos destacan por su plumaje rojo rosado uniforme, un color vibrante que los hace fácilmente reconocibles. Las hembras y los machos inmaduros, por su parte, lucen colores más discretos, como tonos oliva en la parte superior y matices amarillentos en el vientre, ideales para mimetizarse entre las hojas del bosque.
Dotada de un pico fuerte y afilado, la tángara veranera se alimenta de una dieta variada que combina insectos y frutas. Su canto, formado por frases melódicas, suele compararse con el del zorzal americano, aunque con un tono más repetitivo y menos cambiante. Sus notas de llamado son inconfundibles: un penetrante "pi-tuk" o un rítmico "pik-i-tuk-i-tuk" que se escucha entre el dosel del bosque.
Rutas y migraciones: un viajero entre continentes
La tángara veranera anida en gran parte del sur de Estados Unidos, desde California hasta las Carolinas, alcanzando puntos tan septentrionales como Iowa y Nueva Jersey. Con la llegada del otoño, inicia una migración impresionante que la lleva hasta sus áreas de invernada en México, Centroamérica y el norte de Sudamérica, haciendo escala en los ricos ecosistemas de Costa Rica.
En Costa Rica, la tángara veranera es común entre octubre y abril, especialmente en bosques de tierras bajas y zonas de transición. Su aparición en el bosque de Chachagua suma color y melodía a la vida silvestre del lugar, ofreciendo a los observadores de aves y a los viajeros curiosos una experiencia única entre el follaje tropical: el avistamiento de su plumaje encendido y el eco de su canto inconfundible.
Hábitos alimenticios: cazador de insectos con antojo frutal
La tángara veranera basa su dieta principalmente en insectos y destaca por su habilidad para atraparlos en el aire, en un vuelo ágil conocido como sallying. Siente particular atracción por abejas y avispas, a las que caza al vuelo y, con precisión, les retira el aguijón antes de comerlas. Esta fascinante conducta le ha dado el sobrenombre de “ave de las abejas” en distintos lugares.
Durante su migración y estancia en zonas de invernada, la tángara veranera complementa su dieta con una variedad de frutas. Los frutos de especies nativas no solo le proporcionan energía vital para sus extensos viajes, sino que además, al alimentarse, participa activamente en la dispersión de semillas, colaborando con la regeneración natural de bosques tropicales como el de Chachagua.
Nidificación y reproducción: un rincón escondido en el bosque
Durante la época de cría en los bosques del norte, la tángara veranera elabora delicados nidos en forma de copa, cuidadosamente posados sobre ramas horizontales, entre los 1.5 y los 14 metros de altura. La hembra asume sola la tarea de construir y empollar, mientras el macho la asiste con alimento y luego cuida junto a ella a los pequeños recién nacidos.
Hechos con delicadas fibras de pasto, pequeñas ramas y materiales vegetales, los nidos son tejidos con esmero para proteger a los huevos y a los polluelos. Las hembras suelen poner de tres a cinco huevos, que eclosionan tras unos 11 o 12 días. Los pequeños alzan vuelo entre los 8 y 10 días posteriores al nacimiento, iniciando su independencia bajo la protección cercana de sus padres.
Estado de conservación: especie sin riesgo significativo
De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la tángara veranera se considera una especie de preocupación menor, ya que sus poblaciones se mantienen estables en las regiones que habita. Aun así, como muchas otras aves migratorias, se ve afectada por la pérdida de hábitat, el impacto del cambio climático y las colisiones con estructuras hechas por el ser humano durante sus rutas migratorias.
Proteger hábitats como el bosque de Chachagua es fundamental para asegurar la supervivencia continua de la tángara veranera y de innumerables especies más. Los esfuerzos de conservación enfocados en resguardar las zonas de cría, los territorios de invernada y los corredores migratorios son esenciales para que estas coloridas aves cantoras sigan iluminando nuestros bosques con su presencia.
Encuentros con la tángara veranera en Chachagua
Si visitas el bosque de Chachagua entre octubre y abril, tienes altas probabilidades de encontrarte con la tángara veranera en su estancia invernal. Las caminatas guiadas de observación de aves permiten descubrirlas entre el dosel del bosque, donde sus colores vibrantes contrastan con el follaje tropical. Las primeras horas del día son ideales para el avistamiento, cuando el canto y el movimiento de las aves llenan el bosque aún envuelto en bruma.
Unos binoculares y una guía de campo son aliados ideales para quienes desean disfrutar al máximo del avistamiento de aves, permitiendo observar con más detalle y reconocer la riqueza de especies que habita en la región. Para los amantes de la fotografía, la tángara veranera ofrece escenas memorables, ya sea perchando bajo la luz del sol o moviéndose con agilidad en busca de alimento.
Vive la intensidad del color de la tángara veranera y sumérgete en la riqueza natural del bosque de Chachagua
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